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Los alumnos reprobaban química orgánica. ¿De quién era la culpa? - A2Z Streaming

Los alumnos reprobaban química orgánica. ¿De quién era la culpa?

En el campo de la química orgánica, Maitland Jones tiene una reputación legendaria. Durante varias décadas fue docente de esa materia, primero en la Universidad de Princeton y luego en la de Nueva York, y escribió un destacado libro de texto. Recibió premios a la docencia y un reconocimiento por ser uno de los profesores más simpáticos de la Universidad de Nueva York.

Pero esta primavera, cuando la universidad flexibilizó las restricciones por la pandemia, 82 de sus 350 alumnos firmaron un reclamo en su contra.

Los estudiantes decían que este curso tan importante —conocido por haber destruido el sueño de muchos de ingresar a la facultad de Medicina— era demasiado difícil y culpaban a Jones de sus malas calificaciones en los exámenes.

El profesor defendió sus criterios, pero justo antes de iniciar el semestre de otoño, los rectores de la universidad le rescindieron el contrato.

Los funcionarios también intentaron apaciguar a los alumnos ofreciéndoles revisar sus calificaciones y autorizándoles a darse baja del curso de manera retroactiva. El director del departamento de Química, Mark E. Tuckerman, aseveró que esta propuesta poco común de otorgarles la baja era “una excepción inaudita que el rector de la facultad hacía con estos estudiantes”.

Marc A. Walters, director de estudios de licenciatura del departamento de Química, resumió la situación en un correo electrónico dirigido a Jones antes de que lo despidieran.

Mencionó que este plan “tendería una mano suave, pero firme, a los estudiantes y a quienes pagan la colegiatura”, refiriéndose aparentemente a sus padres.

El manejo que hizo la universidad de la reclamación provocó reacciones encontradas tanto por parte del personal docente de Química, que se opuso a las decisiones, como de los estudiantes que defendían a Jones, quienes enviaron elogiosas cartas de apoyo.

“Es evidente que los rectores quieren que esto concluya y que los estudiantes se queden satisfechos para que hablen muy bien de la universidad, de tal modo que más personas postulen y siga subiendo su posicionamiento en la clasificación de la revista U. S. News”, comentó Paramjit Arora, profesor de Química que ha trabajado muy de cerca con Jones.

En resumen, este grupo inconforme de la materia de química podría ser un ejemplo de la presión a la que están sometidas las instituciones de educación superior cuando intentan tratar con su alumnado de la generación Z. ¿Las universidades deberían disminuir la presión a los alumnos, muchos de los cuales siguen tratando de superar los efectos que tuvo la pandemia sobre su salud mental y su formación? ¿Cómo deben responder las universidades al creciente número de quejas que presentan los estudiantes contra los profesores? ¿Los alumnos tienen demasiado poder sobre los docentes que trabajan por contrato y no cuentan con la protección que implica ser titulares?

¿Y, a fin de cuentas, qué tan difícil debe ser la química orgánica?

Jones, de 84 años, es reconocido por cambiar la manera de enseñar la materia. Además de escribir Química orgánica, un libro de texto de 1300 páginas, que ya está en su quinta edición, fue pionero de un método de enseñanza que se enfoca menos en la memorización por repetición y más en la resolución de problemas.

Después de jubilarse de la Universidad de Princeton en 2007, dio clases de química orgánica en la Universidad de Nueva York con una serie de contratos anuales. Comentó en una entrevista que, hace más o menos una década, observó una pérdida de la concentración entre los alumnos, aun cuando cada vez más se inscribían a su curso con la idea de continuar en carreras de medicina.

“Los estudiantes leían mal las preguntas de los exámenes a un ritmo asombroso”, escribió en una queja a la universidad, en protesta por su despido. Las calificaciones bajaron, incluso cuando redujo la dificultad de sus exámenes.

El problema se agravó con la pandemia, dijo. “En los últimos dos años, cayeron por un precipicio”, escribió. “Ahora vemos puntajes de un solo dígito e incluso ceros”.

Después de varios años de interrupciones en los procesos de aprendizaje por la covid, los estudiantes no solo no estudiaban, parecía que no sabían cómo estudiar, dijo Jones.

Con el fin de aminorar la zozobra de la pandemia, Jones y otros dos profesores grabaron 52 clases de química orgánica. Jones explicó que él pagó de su bolsillo más de 5000 dólares para los videos y que la universidad los sigue usando.

Eso no fue suficiente. En 2020, aproximadamente 30 de 475 alumnos hicieron una solicitud para obtener más apoyo, afirmó Arora, quien, junto con Jones, le daba clases a ese grupo. “En verdad estaban teniendo dificultades”, afirmó. “No contaban con una buena señal de internet en casa y todo tipo de cosas”.

Los profesores calmaron a los alumnos en una asamblea por internet, comentó Arora.

Muchos estudiantes estaban teniendo otro tipo de problemas. Kent Kirshenbaum, otro profesor de química de la Universidad de Nueva York, dijo que se dio cuenta de que los alumnos hacían trampa en los exámenes por internet.

Cuando, al percatarse de esa grave falta de ética, les bajó las calificaciones a los alumnos, estos se quejaron de que “no les estaban poniendo calificaciones que les permitieran ingresar a la facultad de medicina”.

Para la primavera de 2022, la universidad estaba aplicando menos restricciones por la covid, pero la zozobra seguía y los alumnos parecían poco comprometidos.

“No venían a clases, eso es seguro, porque sé contar la asistencia”, comentó Jones en una entrevista. “No veían los videos ni eran capaces de contestar las preguntas”.

Los alumnos podían elegir entre dos grupos o secciones del curso: uno que se enfocaba en la resolución de problemas y el otro en clases tradicionales. Los estudiantes de las dos secciones compartían sus problemas en un chat de GroupMe y comenzaban a hablar del curso. Esos textos dieron lugar a la carta de reclamación, la cual presentaron en mayo.

“Estamos muy preocupados por nuestras calificaciones y creemos que no reflejan bien el tiempo y el esfuerzo que le dedicamos a esta materia”, decía la carta.

Los alumnos se quejaban de la decisión de Jones de reducir de tres a dos el número de exámenes parciales, lo que disminuía sus oportunidades de mejorar las calificaciones bajas. Dijeron que él había tratado de ocultarles cómo se promediaba el curso, que no les daba puntos extra y que, a pesar de que algunos estudiantes tenían covid, quitó el acceso a sus clases por Zoom. Además calificaron su tono como “despectivo y autoritario”.

“Los instamos a darse cuenta”, dice la petición, “de que un curso que tiene un porcentaje tan elevado de bajas y de malas calificaciones no ha logrado darle prioridad al aprendizaje y al bienestar de los estudiantes y hace quedar mal al departamento de química así como a esta institución en general”.

Jones señaló en una entrevista que disminuyó la cantidad de exámenes porque la universidad programó la fecha para el primer examen después de seis clases, lo cual era demasiado pronto.

Con respecto a la queja de que no les decía cómo se promediaba el curso, Jones explicó que era imposible hacerlo porque la calificación del laboratorio representaba el 25 por ciento de la nota total, pero que por lo demás los alumnos sí sabían sus calificaciones.

En cuanto al acceso por Zoom, Jones afirmó que con la tecnología de la sala de conferencias no podía grabar los problemas que ponía en la pizarra.

Zacharia Benslimane, auxiliar de docencia en la sección de resolución de problemas del curso, defendió a Jones en un correo electrónico que envió a las autoridades de la universidad.

“Creo que esta carta de reclamación fue escrita más por la inconformidad con las calificaciones de los exámenes, que por una sensación genuina de que trato injusto”, escribió Benslimane, quien ahora es estudiante de doctorado en la Universidad de Harvard. “Yo he visto que muchos de los alumnos que con mucha frecuencia se quejaban de las clases no usaban las herramientas que les ofrecíamos”.

Ryan Xue, quien tomó el curso, comentó que Jones le parecía simpático y motivador.

“Este es un curso extenso y se sabe que es un curso de eliminación”, señaló Xue, quien se mudó y ahora cursa su tercer año en la Universidad de Brown. “Así que hay gente que no saca las mejores calificaciones. Tal vez algunos de los comentarios estuvieron muy influidos por las calificaciones que obtuvieron los alumnos”.

Pero otros estudiantes parecían haber quedado traumados por esa experiencia. Muchos dijeron en las entrevistas que Jones estaba dispuesto a ayudar a los alumnos que hacían preguntas, pero que a veces también era sarcástico y pesimista ante el mal desempeño del grupo.

Después del segundo examen intermedio para el cual el promedio rondaba en el 30 por ciento, dijeron que muchos temían por su futuro. Uno de los estudiantes incluso estaba hiperventilando.

Pero los alumnos también mencionaron que les sorprendió el despido de Jones, una medida que la carta no contemplaba y que no creyeron que fuera a suceder.

Toda la controversia parece ilustrar un cambio radical en la enseñanza, de una era en la que los profesores establecían los objetivos y esperaban que la clase los alcanzara, al enfoque actual, que es más solidario y centrado en el estudiante.

Jones “aprendió a enseñar en un momento en que el objetivo era estudiar a un nivel muy alto y riguroso”, dijo Arora. “Esperamos que los estudiantes vean que someterlos a ese rigor les hace bien”.

James W. Canary, presidente del departamento hasta hace aproximadamente un año, dijo que admiraba el contenido y la pedagogía del curso de Jones, pero sentía que su comunicación con los estudiantes era parca y, a veces, se percibía como dura.

“Él no ha cambiado su estilo o métodos en muchos años”, dijo Canary. “Sin embargo, los estudiantes han cambiado y estaban pidiendo y esperando más apoyo del profesorado cuando tenían dificultades”.

La Universidad de Nueva York está evaluando los cursos más difíciles, en los cuales un elevado porcentaje de los alumnos obtiene calificaciones reprobatorias, señaló John Beckman, portavoz de la universidad.

“Los de química orgánica siempre han sido de esos cursos”, señaló Beckman. “¿En verdad estos cursos tienen que ser punitivos para ser rigurosos?”.

Kirshenbaum dijo que le preocupaba cualquier intento de reducir la exigencia del curso, y señaló que la mayoría de los estudiantes de química orgánica quieren convertirse en médicos.

“A menos que aprecies estas transformaciones a nivel molecular”, dijo, “no creo que puedas ser un buen médico, y no quiero que trates pacientes”.

En agosto, Jones recibió una breve nota de Gregory Gabadadze, rector de Ciencias, mediante la cual rescindía su contrato. El desempeño de Jones “no alcanzó el nivel que requerimos de nuestro cuerpo docente”, escribió.

Gabadadze se negó a ser entrevistado, pero Beckman defendió esa decisión y dijo que Jones había sido objeto de muchas quejas de los alumnos por su “arrogancia, insensibilidad, altanería y falta de transparencia con respecto a las calificaciones”.

Las evaluaciones del curso de Jones “fueron, por mucho, las peores, no solo de los miembros del departamento de Química, sino de todos los cursos de Ciencias a nivel licenciatura de la universidad”, añadió.

Los profesores del departamento de Química han reaccionado. En una carta dirigida a Gabadadze y otros rectores, escribieron que les preocupaba que se sentara “un precedente en el que para nada se hubiera seguido el debido proceso y que pudiera limitar las libertades del profesorado y que, por consiguiente, socavara las prácticas pedagógicas ya comprobadas”.

Nathaniel J. Traaseth, uno de los aproximadamente 20 profesores de Química, casi todos titulares, que firmaron la carta, comentó que las medidas de la universidad podrían desalentar la enseñanza rigurosa, sobre todo por la creciente tendencia de los estudiantes a mandar cartas de reclamación.

“Ahora, al ver este caso, los profesores que no son titulares pueden pensar: ‘Uy, ¿qué tal si esto me sucede a mí y luego no me renuevan el contrato?’”, comentó.

Jones concuerda con esto.

“No quiero que me regresen el empleo”, afirmó, y añadió que, de todas maneras, tenía pensado jubilarse pronto. “Solo quiero estar seguro de que esto no le suceda a nadie más”.

Stephanie Saul cubre política nacional. Desde que se unió al Times en 2005, también ha escrito sobre la industria farmacéutica, la educación y el dinero extranjero ilícito que alimenta el auge inmobiliario de Manhattan. @stefsaul