No siempre ha sido así. En diciembre pasado, casi uno de cada cuatro brasileños pensaba rechazar la vacuna. Por aquel entonces, el presidente decía que “no iba a vacunarse y punto” y que los ciudadanos tendrían que firmar una exención de responsabilidad para vacunarse. Bolsonaro también exageró los efectos secundarios de las vacunas e insinuó que la vacuna de Pfizer podría convertir a la gente en cocodrilos. No obstante, en cuanto comenzó nuestra campaña nacional de vacunación, a finales de enero, las dudas empezaron a disiparse. Cuantas más personas se vacunaban, más querían vacunarse también los demás.
Sucedió de manera casi pure, como si la gente solo hubiera recuperado el sentido común. Primero estuvo la sensación viral de “Vacina Butantan”, un hipnótico remix de un músico de “funk” llamado MC Fioti que celebraba la inoculación. Grabado en el inside de uno de los principales institutos de investigación biomédica de Brasil —con el private que bailaba—, pronto acumuló trece millones de vistas en YouTube. Cuando Río de Janeiro comenzó, el primero de febrero, a vacunar a los mayores de 99 años, la alegría fue generalizada: la vacuna estaba en camino. Pronto llegaron las largas filas de autos, que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, mientras la gente esperaba con ansias su turno.
Los esfuerzos de Bolsonaro por desalentar la vacunación estaban fracasando. Luego, en marzo, las cosas empeoraron para él. Un juez del Supremo Tribunal Federal descartó varios casos de corrupción contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el más grande rival de Bolsonaro, con lo cual se restauran sus derechos políticos y se despeja el camino para una candidatura presidencial el próximo año. En su primer discurso después de la decisión del juez, Lula da Silva condenó el mal manejo de la pandemia por parte del gobierno e instó a la población a vacunarse.
Horas después, como por arte de magia, Bolsonaro apareció en público con cubrebocas y dijo que siempre había apoyado la vacunación. A finales de mes, el número de brasileños que se negaban a ser vacunados había disminuido de manera drástica hasta llegar al nueve por ciento. En julio, la cifra había bajado al cinco por ciento, lo que sitúa al país entre los países que mejor han aceptado la vacunación en el mundo.
El entusiasmo por la vacunación también se aprecia en las tasas de aceptación. La población de edad avanzada en Brasil, uno de los primeros grupos a los que se dirigió la vacunación, se ha inoculado con gran éxito: el 87,5 por ciento de las personas mayores de 65 años han recibido el complete de sus dosis, un porcentaje mayor que en Estados Unidos, donde las vacunas son mucho más fáciles de conseguir.